En ocasiones, el animal mas solitario que posee mi alma, se acerca clandestino a las cabañas y mira con anhelo el fuego de las chimeneas cuando las nieves del invierno parecen tomar al asalto la primavera. En ocasiones: puedo mirar la playa de lejos sin pisar la arena, sin ni siquiera buscarte; puedo andar la ciudad sin pensar, cambiar de estación sin recordarte, sentirme a gusto en cualquier disfraz; en ocasiones, puedo decirle que la quiero solo para salvarme.
En ocasiones flaqueo y me enzarzo en ese poema, al que obstinadamente, niego el punto final y lo triplico
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ResponderEliminarEnvolví con cuidado las palabras en el resto de papel de regalo.
Tuve que pegarlas con celo.
Tal unión, quizás las había dejado sin sentido
Pero quería impresionar cuando el papel se rompiese y apareciesen ante sus ojos: todas bien ordenadas, sin aristas, solo palabras cuidadas con brillo propio.
Después del sexto café todo parece distinto.
La blusa de aceite le quedaba bastante bien. Le aportaba una suavidad extra que solo él sabría apreciar.
Su don para el buen gusto le hacía muy exigente. Ella lo tomaba como una meta y pasaba las horas del día midiéndolo todo. Las blusas de aceite perfumado, los zapatos de color rojo tierra, las palabras ordenadas por la ley de k al cuadrado.
Pasaron las ocho de la tarde. Le había dado tiempo de volver a tomarse tres cafés más. En total había tomado nueve. Su cuerpo flotaba sobre el suelo sobre una nube marrón de cafeína, no dolía aunque le hacía un poco de rozadura en el dedo meñique del pié izquierdo.
Aflojó las cuerdas de seda de sus zapatos y volvió a echarse rímel en el ojo derecho.
La nube de cafeína, a eso de las 12 disolvió su luz en fragmentos de cristal que ensuciaron el suelo. Pero ya ni se dio cuenta.
Dormida, apretaba las palabras envueltas contra su cara, como si fuesen una almohada. El papel arrugado estaba blandito y quedó abandonada de nuevo a otro de sus sueños.